Smokey…

Burt Reynolds
Alan Light, CC BY 2.0

Soñé que estaba en una casa en el desierto. De esas casas de madera pintadas de blanco; epítome de lo idílico. En la casa había dos mujeres, una de ellas era gordita, y la otra estaba preñá. Conste, que la preñá no estaba así por mi culpa. Por otro lao, la gordita me hacía ojitos a ca’ rato y ya me tenía nervioso.

Había en la casa una computadora, pero no funcionaba bien, yo trataba de buscar cosas en el Internet pero no existía Google solo Yahoo! Comenté con las mujeres que algo andaba mal, que todo me parecía raro. Y las mujeres me decían que llevaban mucho tiempo en aquella casa sin ver a nadie… Y yo pensando: «Puñeta, es que esto es un desierto!»

De momento vemos que pasa un carro. Y corrimos al balcón de la casa. Las mujeres gritaron en dirección al vehículo. Yo no grité; porque me quedé sorprendido pues quien iba guiando era Burt Reynolds y yo dije en mi mente: «Puñeta, es que ese es Smokey and The Bandit!!!» Le digo a las mujeres, «Corran, a ver si los alcanzamos y podemos salir de aquí!»

Y pegamos a correr… Yo, la gordita, y la preñá… detrás de Smokey and The Bandit.

Corrimos un rato, pero parece que el carro de Smokey and The Bandit se dañó y los alcanzamos. Les gritamos para que nos vieran. Pero, en vez de Sally Fields, Burt Reynolds andaba con un niño que parecía hijo suyo.

Yo empecé a decirle a Burt y a su nene que llevábamos tanto y tanto tiempo sin ver gente que era capaz de darles un abrazo.

El niño, sin pensarlo me contestó: «Yo sólo doy abrazos cuando se me caen cosas de las manos.» Y acto seguido, el muy cabroncito, extendió el brazo y la mano como para dejar algo caer. Pero no dejó caer nada…