Fulminao…

empty diner stools
HABS, Public Domain

Le contaba a Edwin cuando ambos trabajábamos en 666, de la primera vez que vi a un hombre morir frente a mí (puede que les haya hecho este cuento antes; but whatever, consider it a rewrite):

Cuando era bien nene mi mamá me montaba en la pisicorre para ir al pueblo de Bayamón a buscar los especiales. Mi mamá hacía uniformes y cosía y siempre hacían falta en casa botones, alfileres, telas. Se compraban cosas para la casa.

Sabía, que mi mamá no tenía dinero para comprarme juguetes, así que aunque miraba los cachivaches que vendían en las aceras con interés y escuchaba a las vendedores de la calle gritar, «Llora nene, llora pa que te compren!»… Yo no lloraba. Recuerdo que nunca fui un niño «antojao». Pero, siempre he sido gordito. Y cuando mi mamá me decía, «Vamos a almorzar. Quieres un sándwich?» Asentía contento.

Un día fuimos a una cafetería. Recuerdo que ésta cafetería en particula estaba en un cuesta del pueblo de Bayamón. Y que la acera creaba un desnivel con el piso de la cafetería propiamente. De manera tal que el piso quedaba ran-con-tan en un lado de la cafetería, pero al otro lado la acera formaba un escalón. La cafetería tenía un counter en forma de L y stools alrededor del mismo. Los stools fijos, no había sillas. Así, que de la acera a los stools de en frente eran dos pasos.

Entramos a la cafetería y mi mamá me compró un sándwich y un refresco, de lata. Creo que ella se compró un café, no recuerdo que más. Ponían el sándwich picadito en dos, hecho en pan «especial», dorado en mantequilla a la perfección, el queso se escurría perfectamente por los bordes. Entró un señor, quisiera decir que era calvo y tenía saco, pero la verdad que mi memoria me falla y en realidad ya no lo recuerdo bien. Si recuerdo que ordenó un café. Y que se sentó al lado mío y de mi mamá.

Ese señor no estuvo dos minutos sentado a nuestro lado que de momento le dió algo y se fue para atrás. Los stools no tenían espaldar. No recuerdo si se dio en la cabeza con la acera o con la pared. Pero recuerdo ese, «crack!» El señor murió allí mismo, fulminao.

Recuerdo pensar en ese momento, «Que suerte que yo tengo a mi mamá conmigo. Y que si me muero ahora mismo ella va a estar a mi lado. Que mala suerte tiene ese señor que murió solo y sin alguien que le tomara la mano.»

Y a veces pienso en ese señor. Y pienso que un hombre afortunado muere con algún ser querido aguantándole la mano.