Sin rotos…

smiling Jesus with his queen
Mackenzie Brunson, CC-BY 2.0

Soñé que por fin había realizao mi sueño de comprar una casa. Pero que la casa era una freakin mansión. La cocina gigantesca. Los baños con all-around showerheads. Tres living rooms. En el garaje bajo techo cabía un bote…

Las paredes de la casa eran bien blancas pero tenían como un esmalte de plástico o acrílico que las hacía relucir más. Las ventanas de cristal eran gigantescas. El techo tenía tragaluces a través de los cuales podías ver el cielo azul como si estuvieses afuera.

Pero…

En uno de los baños descubrí una gotera en el techo.

De repente la gotera se convirtió en un chorro. El chorro aumento hasta convertirse en un río. Se empezó a inundar la casa…

Las puertas electrónicas se dañaron con tanta agua y no podía salir de la casa. En la sala, el agua me electrocutaba. Iba a morir ahogao y electrocutao en la casa de mis sueños.

Empecé a pensar en cómo podía escapar. Intenté abrir las puertas manualmente. Intenté romper las ventanas de cristal. Pero todas mis ideas fallaban.

Decidí que lo mejor era hacer la paz con mi existencia. De pensar en lo bonita que había sido mi vida. De enviar amor a los que amor me dieron. De reflexionar un poco y tratar de convencerme a mi mismo de que mi tiempo en la tierra había sido útil.

Mientras pensaba en todas esas cosas el agua empezaba a cubrirme. Ni hablar de tratar de flotar en el agua; estoy demasiado gordo para eso. Me dejé caer…

Y en ese momento vi… Parado en uno de los tragaluces… Al divino Jesucristo…

Con su batola blanca resplandeciente. La toalla roja que nunca se la apea. Y ese rostro de facciones europeas y resplandeciente blancura.

Me decía Jesús, «No te preocupes Aníbal, acepta tu muerte. Te esperan en el cielo. No temas. No desesperes.»

Y yo pensé, «Pero, y este cabrón no ve que yo estoy aquí muriendo con toda la paz posible? De qué puñeta… Andapalcarajo si este lo que viene es a joderme la muerte para que me muera encojonao. Pero no lo va a lograr… No lo va a logr…»

Y entonces vi, la parte de abajo de los pies de Jesús, firmemente plantados en el tragaluz del techo de la casa de mis sueños. Y vi… Claramente… Que los pies de Jesús no sangraban. Y que no tenían los hoyos de los clavos de la cruz. Los pies sin rotos!

Y así antes de acabar de ahogarme le grité bien duro:

«FUCK YOU! YOU FAKE JESUS!!!»