Temprano en la mañana. Falta poco para que La Jeva se vaya a trabajar. Y me quede solo con El Perro.
La Jeva va del baño al cuarto. Del cuarto a la sala. De la sala a cocina. De la cocina al garaje. Detrás de Ella… El Perro.
«Me voy mi amor!», La Jeva me da un beso. El Perro no entiende las palabras, pero sabe lo que significan.
El Perro llora.
«Bye Honey, be safe!». Mientras La Jeva se monta en su auto y sale de camino a su oficina. El Perro la persigue con su mirada hasta que se pierde el carro al doblar la esquina.
El Perro llora. Se acuesta en el umbral del garaje como si le hubiesen dao una paliza emocional. Trauma severo agudo. PTSD diario.
«Perro!», le grito. El Perro me mira. Yo lo miro.
Nuestra batalla campal diaria comienza.
Hoy, el primer ataque lo hago yo…
Brap!
Me tiro un peo. Corto pero firme. Buscando establecer dominancia.
El Perro estornuda. Se soba la nariz con una pata.
«Ven!», le digo a El Perro. «Ven, que tengo que trabajar.» El Perro viene donde mi. Ahora soy yo el objeto de su persecución. Primero vamos a la cocina. Me sirvo un vaso de soda. Luego caminamos al cuarto.
«Room!», le ordeno. El Perro se mete en su jaula.
Yo me siento en la cama. Abro la laptop. Me conecto al trabajo. Empiezo a leer emails. Le doy «Tentative» a los meeting requests… Escucho… Como si un cuarto de pastilla de Alka Seltzer estallara burbujeante en un vaso de agua. El contra-ataque de El Perro es…
DEVASTADOR
Se me aguan los ojos. Tiro la laptop al piso. Me refugio bajo las frisas. Pero el daño, está hecho. Mi nariz ha sufrido el mas bajo de los golpes. «Por lo menos…», me digo a mi mismo, «Se que no tengo COVID!»
Ustedes saben que pocas veces maldigo, pero la peste me tiene alucinante, «Cabroncito!», le digo a El Perro. «Deja que venga de almorzar!»
El Perro se duerme. Mientras, yo trato de trabajar con la nariz quemada por dentro.
Lo prometido es deuda. Después de haber salido a almorzar regreso de nuevo a La Casa. No sin antes haberme metido la peor dinamita estomacal para mi estómago: Baconator doble con papas loaded y mantecado de chocolate de postre.
El Perro me recibe en la puerta. Moviendo la cola. «Estas contento de verme porque no sabes lo que te espera!», le digo.
Yo me tiro un peo. El Perro se tira un peo. La silla se tira un peo. El Perro prende su cigarillo. Se guarda el lighter detrás de su oreja. «Duuude! Nice one!», la cara de El Perro delata algo de sorpresa. «Gracias», le digo… Mientras me tiro otro peíto. El Perro se tira un peo. La cafetera también se tira un peo. Cthulhu se ríe. La Casa vibra.
«Ven!»… «Que hay que trabajar.»
El Perro me persigue moviendo la cola. Cthulhu nos mira por la ventana con cuarenta y dos de sus ojos.